Amigos, qué impresionante es ver por todos los canales de televisión y en muchísimas cuentas de redes sociales imágenes del voraz incendio que está destruyendo en estos momentos a la emblemática Catedral de Notre Dame, en París.
Conocida también como Nuestra Señora de París, este monumento histórico que inició su construcción en el año 1163, el segundo más visitado en Francia después de la Torre Eiffel, está siendo destruido por un incendio que hizo que su torre de aguja y todo el techo de la catedral se vinieran abajo.
Y ya se imaginarán los verdaderos tesoros que habían adentro: un órgano de la Edad Media, sus bellísimos vitrales, algunos del siglo XIII, o sus fantásticas gárgolas posadas en el techo que emblemáticamente ahuyentaban a los demonios.
Había esculturas y pinturas de los artistas más importantes que día tras día eran visitados por miles de turistas...
Se dice que poco se salvará... Por cierto, los que sí se salvaron, fueron las esculturas de los 12 apóstoles y 4 evangelistas que justo hace tres días fueron retirados para ser restaurados.
Pero más que la pérdida material, que es valiosísima e irreparable, la verdadera pérdida está en el corazón de muchísimas personas que conocimos su belleza, su historia... y sobre todo de los franceses.
Lo que provocó el incendio del edificio, que estaba siendo justamente restaurado, es lo de menos. Esperemos a que los 400 bomberos que han estado trabajando durante horas logren extinguir el fuego para saber si podrá salvar algo de esta catedral que ha inspirado novelas y películas por todo el mundo.
Hay que orar por ella...
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